Muchas veces pienso en aquello tan repetido de: Las personas no cambian nunca.
Es posible que sea así, pero si no cambiamos, evolucionamos.
Esa evolución, puede que nos haga parecer personas distintas, aunque mantengamos nuestra esencia.
Quizá sean esos aspectos negativos que todos tenemos, los que no podemos cambiar, y son éstos (precisamente), los que los demás esperan que cambiemos.
Es posible que me esté haciendo mayor.
Y es un punto preocupante, teniendo en cuenta que he sido una niña-adulto.
¡Horror!... supongo que esto me convierte en una ¡madurita-anciana!
Perdonadme...voy a llorar un rato.
En fin. Soy como soy.
Es una de esas cosas que no se pueden cambiar.
Aunque confieso que lo he intentado.
En alguna ocasión he tratado de ser algo irresponsable, loca, y dejar de resultar tan predecible.
Pero claro...la oveja vuelve al redil.
Esa no soy yo.
Supongo que hay determinadas cosas que sí podemos cambiar. Que todo depende del interés y las ganas que tengamos, y de si merece la pena ese cambio.
A veces, son las circunstancias las que mandan, y nos obligan (literalmente), a obrar el milagro de la transformación.
A veces es a mejor, otras a peor.
Pero digo yo... si merece la pena ese cambio, habrá que intentarlo, ¿no?
Así que... voy a intentar contar hasta 10.500 antes de gritar cuando encuentre toda la ropa por el suelo de la habitación de mis hijos... (por ejemplo).
Rezad por mí para que logre este objetivo.
Por cierto... sed inmensamente felices.
Un millón de besos.