martes, 22 de diciembre de 2009


Navidad… se que mucha gente detesta estas fechas, pero a mí, me encantan.
Puede que sea porque mi padre siempre nos ha hecho vivirlas intensamente.
Y sigue haciéndolo.
Pero lo cierto es, que ya de niña, notaba eso que dicen de: “huele a navidad”.
Cierto es, que te haces mayor, y la mayor parte de esa “magia” desaparece. Pero sigue pareciéndome mágico ver la cara de los niños, hoy también la de los míos, viendo las luces de la calle, adornando el árbol o colocando el nacimiento.
Me encanta. ¿Qué voy a hacer?
Ahora bien. Tengo reconocer que también tienen su “puntito” desagradable.

Las comidas en Navidad.

Te tiras quince días sin parar de comer. Pero… COMER. No eso que llevas haciendo todo el año, para que te sigan cabiendo los pantalones…no, comer, comer.
Y no vale comer eso que tanto te gusta, pero que no tiene “glamour”.. así que.. olvídate de los huevos fritos con patatas… eso no es comida en Navidad.
Total, que como probablemente, te toque organizar a ti una de esas “comidas”, te vuelves loco pensando qué ofrecer a tus invitados. (Ya hemos dicho que los huevos fritos con patatas.. no valen).
Preguntas a tu marido, pero claro, los maridos siempre dicen lo mismo: Cariño, no te compliques, pon lo que tu quieras.
En este momento es cuando levanto mi ceja izquierda y suspiro por no dar un par de voces….
“Lo que quieras”. Cómo me gusta esa frase… sobre todo si fuera sincera.
Pero… tengo otra mejor:
“Cariño, por que no preparamos….”
¿PREPARAMOS?... claro, está dicho con muy buena intención, pero, tengo la sensación de que el verbo no está bien conjugado.

Y claro, toda comida que se precie, requiere unos ingredientes. Los ingredientes, no crecen en la nevera (en algunas neveras crecen “cosas”, pero no creo que se puedan considerar “ingredientes”). Con lo cual… hay que ir a la compra.
La compra en Navidad… mira que es divertida en cualquier época del año, pero en Navidad….
He dicho que no valen los huevos fritos, ¿verdad?.
Pues, si ya has solventado con tu pareja eso de: “Qué ponemos”, lo tienes más fácil. Sólo tienes que buscar los “ingredientes” de eso que tu pareja ha dicho que “prepararéis”.
Si eres afortunada, lo encontrarás todo en el mismo supermercado, si no… tendrás que pasar medio día (con suerte) buscando hasta conseguir todo lo que necesitas. Claro, que ese “todo” te va a costar un riñón (y eso que dicen que es ilegal la venta de órganos).
Total, que llegas a casa literalmente “reventada”, pero tienes que guardar toda la compra en el frigorífico. Para cuando has terminado, estás tan cansada que te dejas caer en el sillón, justo en el momento en que se abre la puerta, y aparece tu cariñín que te dice: Anda que luego te quejas… menuda vida te pegas. Y eso que no ha visto aún lo que te has gastado en la compra… que, total, para cuatro tonterías que has comprado, te has dejado un riñón (que digo yo, que si tal, el próximo día paga él y así compensamos la falta de órganos…).
Bueno, pues obviando los preparativos de la cena, que terminarán por acabar con las pocas energías que te quedaban. Por fin llegan los invitados.
-Que ya podías haberte arreglado un poquito más. Mira que mona viene la novia de mi hermano Juan.

Y tu piensas que a ver si hay suerte y el próximo año hace de anfitriona la preciosa novia de tu cuñado…

Bueno, pues has sobrevivido a la cena, a tu suegra, a tus sobrinos, y a la “deslumbrante” novia de Juan. Enhorabuena.

Pero tranquila, aún te quedan los regalos… los regalos… uff, esa es otra historia…

Esther